martes, 8 de abril de 2008

GASTRONOMIA DE CINE


La historia del séptimo arte está muy unida a la gastronomía.Muchas veces, desde la butaca, los ojos se nos van hacia guisos y platos que aparecen en la ficción y nos hacen la boca agua

Ahora que se ha puesto de moda el cine y la gastronomía de la mano del tándem Canales-Linares a través de su libro ‘‘Cocine’’ y de las jornadas sobre el mismo tema organizadas por el Best en el Museo de Bellas Artes de Bilbao bajo la batuta de Pepe Barrena -un tótem en este apartado y del que se dice, en los mentideros, que es el más sabio en esta materia-, nosotros también vamos a aportar nuestro granito sobre este apasionante mundo. Aunque no aparezca en los créditos de las películas ni al lado de las grandes estrellas, nos atrevemos a decir que la gastronomía es y ha sido desde los primeros momentos de la historia del séptimo arte uno de sus elementos más importantes. De hecho, el mismo día de la presentación oficial del cine, el 28 de diciembre de 1895, ella también estuvo presente en el acto, donde los hermanos Lumière proyectaron las primeras escenas comiendo ante las cámaras e invitando al espectador a compartir su plato. Puede que fuese algo anecdótico, pero desde entonces no hay película que se precie que no tenga alguna escena en la que la gastronomía esté presente o bien que sea el hilo conductor sobre el que se teje un film. Sin ir más lejos y como claro ejemplo de esto último ahí está ‘‘Pero... ¿quién mata a los grandes chefs?’’, de Ted Kotcheff y en la que George Segal, Robert Morley y Jacqueline Bisset, entre otros, realizan una divertida película en torno a la gastronomía. Y qué decir de ‘‘El guateque’’, dirigida por Blake Edwars y protagonizada por el ‘‘patoso’’ Peter Sellers; de ‘‘Como agua para chocolate’’, de Alfonso Arau, o de la americana ‘‘Entre copas’’, de Alexander Payne. Este binomio casi inseparable que forman cine y gastronomía se da desde los primeros pasos del séptimo arte. Enseguida aparecieron aquellas tartas que se arrojaban contra alguien o las cáscaras de plátano con las que el inocente de turno se resbalaba y terminaba con sus huesos en el suelo. Eran los primeros gags. Más adelante el gran Charles Chaplin impulsó a su manera la gastronomía en el cine. Todavía guardamos en nuestras retinas -los de cierta edad, por supuesto- aquellas imágenes mudas en blanco y negro en las que veíamos a Charlot guisar y comer sus propias botas en ‘‘La quimera del oro’’, o cuando Chaplin interpretaba a aquel operario que se convertía en víctima de la máquina cuando tan sólo pretendía comerse su almuerzo en ‘‘Tiempos modernos’’. Era -recordando una frase legendaria dicha en otra gran película como ‘‘Casablanca’’- el comienzo de una gran amistad entre el cine y la gastronomía. De todas formas, las películas en blanco y negro todavía no mostraban la fuerza que tiene la culinaria, eran imágenes y escenas aún poco atractivas, ya que los directores de aquella época no prestaban demasiada atención a este capítulo. Todo esto llegó más tarde con el color, en 1935. Con él, los alimentos y la comida empezaron a mostrar todo su esplendor. Presente en todos los génerosTal y como decíamos al principio, no hay historia cinematográfica que se precie, del género que sea, que no cuente con ‘‘escenas gastronómicas’’ en mayor o menor medida, porque ¿quién no come? Y comer forma parte de la vida y los filmes, en cierto modo, recrean la realidad. Dentro del apartado del humor, hemos visto su intervención en las películas de Charles Chaplin, en ‘‘Pero... ¿quién mata a los grandes chefs?’’ o en ‘‘El guateque’’, por ejemplo. Estos filmes ofrecen la vena más cómica del cine asociada a la gastronomía.Pero, además, la comida también ha servido para que se produzca el reencuentro de viejos amigos que llevan tiempo sin verse, como en ‘‘El Padrino’’, de Francis Ford Coppola, en la que una celebración nupcial propicia tal encuentro; o colabora en el surgimiento de nuevas relaciones, algunas peligrosas como la que se da en el ‘‘El honor de los Prizzi’’, de John Houston, con Jack Nicholson y Kathleen Turner; y otras más graciosas como ocurre en ‘‘Cita a ciegas’’, de Blake Edwars, protagonizada por Kim Bassinger y Bruce Willis.Del mismo modo, la gastronomía ha encendido pasiones como en ‘‘El rey pescador’’, de Terry Gilliam, o en ‘‘El graduado’’, de Mike Nichols, con un jovencito Dustin Hoffman que cae rendido a los brazos de una madura señora Robinson, interpretada por Anne Brancroft. Pero la comida también ha servido para matar. En este apartado tenemos unos claros ejemplos como los que nos muestran filmes como ‘‘Te amaré hasta que te mate’’, de Lawrence Kasdan, ‘‘El Padrino III’’, de Francis Ford Coppola, o ‘‘La caída del imperio romano’’, de Anthony Mann. Como vemos, la culinaria en el cine ha servido para hacernos reír, asesinar, encontrarnos con viejos amigos, hacer otros nuevos, sellar reconciliaciones, evitar suicidios, seducir al ser amado… El listado sería interminable. Se puede decir que aparece vinculada a todo tipo de historias. La comida es comestibleCuando vemos los platos preparados que aparecen en las películas y cómo los degustan los actores, las escenas nos provocan deseos de hacer lo mismo, de comer ese mismo plato, que, por cierto, ¿se puede comer? Aunque no siempre, en muchos casos los alimentos y platos que aparecen en las películas sí se pueden degustar. Además, éste es un capítulo que se suele cuidar bastante, por lo menos en los largometrajes de calidad. Tenemos dos ejemplos claros en ‘‘Conexión tequila’’, de Robert Towne, y ‘‘Comer, beber y amar’’, de Ang Lee. En la primera de ellas, el productor decidió contratar a chefs de reconocidos restaurantes de Los Ángeles (EE.UU.). Durante el rodaje- muchas escenas tenían lugar en el elegante restaurante italiano regentado por una Michelle Pfeiffer que hacía las veces de propietaria- los cocineros no sólo elaboraban los platos que comían las estrellas Mel Gibson y Kurt Russell -que se disputaban el amor de la Pfeiffer-, sino también los de los figurantes que aparecían en las mesas que rodeaban a la de los actores principales. Por su parte, en la oriental ‘‘Comer, beber y amar’’, Ang Lee -candidato avanzado este año al oscar- contó con la ayuda de tres cocineros para conseguir la variada y colorista suerte de platos que aparecen a lo largo del film. Gracias al cine, hemos conocido productos y platos de todo el mundo, desde los más universales hasta los más extraños e impensables, como ratas (‘‘Qué fue de Baby Jane’’, de Robert Aldrich), reptiles (‘‘La balada de Cable Hogue’’, de Sam Peckinpah), sesos de mono (‘‘Indiana Jones y el templo maldito’’, de Steven Spielberg), pan élfico gracias a Frodo y a su inseparable Sam en la trilogía de ‘‘El señor de los anillos’’ y hasta carne humana (‘‘En busca del fuego’’, ‘‘La selva esmeralda’’, ‘‘El silencio de los corderos’’, y ‘‘Delicatessen’’, entre otras). Y también gracias al séptimo arte, nos hemos reído con la crítica ‘‘Muslo o pechuga’’, donde Luis de Funes ejerce de director de la guía Muchodín (‘‘Michelín’’) y recorre Francia, ejerciendo de crítico. Se ríe del mundo. Es desternillante, de verdad. Es la magia del séptimo arte… y de la gastronomía, que sumergen al espectador en todo un universo de colores, aromas, sabores, texturas… ¿Para cuándo una estatuilla de Hollywood a la culinaria?

Mikel Ceberio